
Entraron al cuarto. Ahí siempre son ellos, nada inventan, no piensan en cómo mirar. Sólo actúan como lo sienten. Quizás callan…no dicen nada que pueda dañarlos. No se animan a tirarse al abismo porque no saben bien qué los espera abajo. Y entre palabras se abrazan, respiran su mismo aroma, y se escapan del ruido, de la rutina. Entonces él la besa, una y otra vez. Ella hace malabares por no pensar en nada y dejarse llevar por sus caricias. Y vuelve a pasarle lo mismo. Las palabras se le traban en la garganta y no salen. Entonces él la mira como comprendiendo todo y hace ese gesto para decirle que todo estará bien. Pero a ella no le alcanza, no está segura de eso.
Pero llegará el día que no quieren pensar. Se encontrarán y ya no más…no más de sus caricias, no más de sus palabras, no más de su ayuda, su empuje, su nutrición mutua en la vida.
Y se extrañarán, se necesitarán, ella le agradece por haberla sacado de foco. Y está triste, muy triste por creer en que quizás…pero no lo culpa, ni se culpa, todo vuelve a enredarse pero ya no más…Y se acuerdan de la primera vez que se vieron, del primer beso y se ríen.
Entonces él confieza todo lo que la quiere, y ella se lo guarda por siempre…pero no es suficiente.