viernes, 25 de enero de 2008

Sonriendo en la Claridad, Llorando en la Oscuridad

A veces siento que puedo manejarlo pero mi cuerpo me da señales de que eso no es posible.
No quiero que vuelva a pasar, estar tan feliz y sin embargo…cerrar la puerta y caer al vacío.
¿Te acordás cuando nos sentábamos en lo más alto del edificio?
Cuando todos me buscaban vos sabías dónde encontrarme.
Una de las peores veces fue cuando me sentaste y me dijiste: sólo necesito que escuches.
Y me golpeaban las palabras que escupías con tanto odio, temor, tristeza, temor…
No entendía absolutamente nada.
Pero creía comprenderte y quería comprenderte.
Hasta que otro día me dijiste: te juro que jamás hubiese deseado que me entiendas.
Pero ya estaba ahí, había vendido mi alma al cielo.
Agarraron mi corazón y lo partieron en pedazos.
Entonces lo alto era mi respiro.
Y sólo quedamos nosotras. Y sin más sostén que nosotras mismas.
Inventamos la palabra “esperanza” y la plasmamos por donde caminábamos.
Con la condición que si a alguna se le cortaba la cuerda, la otra caería.
Y así, sonreímos.
Sonreímos en la claridad.
Aunque en lo oscuro de la noche, las fieras vienen a visitarnos.

sábado, 12 de enero de 2008


¿Alguna vez sentiste que sos una persona que no querés ser?
Que jamás lo imaginaste, y de repente… sos de otra forma.
Desconocido.
Te sentís extraño dentro de tu mismo cuerpo.
Y perdiste las ganas de luchar por lo que siempre quisiste.
Como si alguien se hubiera llevado tu alma.
Como si tu corazón se revelara, ya no quiere trabajar.
¿Alguna vez te sentiste perdido, sin saber a dónde dirigir la mirada, o si simplemente bajarla?
Que te desespera caminar y no sabés exactamente a dónde vas a llegar.
Perdido.
Te sentís insignificante dentro del mundo.
Y empiezan a molestarte las piernas para mantenerte parado.
Como si llevaras la mochila más pesada de las mochilas.
¿Alguna vez te sentiste así?
Que ya no sabés cómo se siente.
Te sentís sin sentir, sin ya querer sentir...

Creí que mi mundo se me caía abajo.
Sentí que me costaba respirar, otra vez.
Sentí el dolor de estómago, otra vez.
El día estaba soleado, como burlándose de mí.
Los tambores tocaban más y más fuerte.
Entre tanta gente no lo encontraba. Y eso me desesperaba, cada vez más.
Caminé y caminé. Lloré más. Y caí.
Lo buscaba, quizás podía explicarme por qué otra vez, o sólo sostenerme.
Jamás lo encontré.
Lourdes trataba de enseñarme, le temí por un momento, pero pensé que quizás era él quien me hablaba. Por eso la escuché…
Las agujas del reloj retrocedían al tiempo.
Pero él ya no estaba, de ninguna forma.
Y te necesito, pero te veo, puedo tocarte, por eso no me resigno a dejarte.
Creí perderte, otra vez.
Quiero que no cueste tanto como ayer.
No quiero morirme sin vos también.