martes, 24 de junio de 2008

Su Oasis en el Desierto


Entraron al cuarto. Ahí siempre son ellos, nada inventan, no piensan en cómo mirar. Sólo actúan como lo sienten. Quizás callan…no dicen nada que pueda dañarlos. No se animan a tirarse al abismo porque no saben bien qué los espera abajo. Y entre palabras se abrazan, respiran su mismo aroma, y se escapan del ruido, de la rutina. Entonces él la besa, una y otra vez. Ella hace malabares por no pensar en nada y dejarse llevar por sus caricias. Y vuelve a pasarle lo mismo. Las palabras se le traban en la garganta y no salen. Entonces él la mira como comprendiendo todo y hace ese gesto para decirle que todo estará bien. Pero a ella no le alcanza, no está segura de eso.
Pero llegará el día que no quieren pensar. Se encontrarán y ya no más…no más de sus caricias, no más de sus palabras, no más de su ayuda, su empuje, su nutrición mutua en la vida.
Y se extrañarán, se necesitarán, ella le agradece por haberla sacado de foco. Y está triste, muy triste por creer en que quizás…pero no lo culpa, ni se culpa, todo vuelve a enredarse pero ya no más…Y se acuerdan de la primera vez que se vieron, del primer beso y se ríen.
Entonces él confieza todo lo que la quiere, y ella se lo guarda por siempre…pero no es suficiente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No lo culpo, ni me culpo.
Lo quiero y me quiere.
Pero parece no ser suficiente.
¿Cuántos malabares deberemos hacer para entender que eso debería ser suficiente?