
No quiero que vuelva a pasar, estar tan feliz y sin embargo…cerrar la puerta y caer al vacío.
¿Te acordás cuando nos sentábamos en lo más alto del edificio?
Cuando todos me buscaban vos sabías dónde encontrarme.
Una de las peores veces fue cuando me sentaste y me dijiste: sólo necesito que escuches.
Y me golpeaban las palabras que escupías con tanto odio, temor, tristeza, temor…
No entendía absolutamente nada.
Pero creía comprenderte y quería comprenderte.
Hasta que otro día me dijiste: te juro que jamás hubiese deseado que me entiendas.
Pero ya estaba ahí, había vendido mi alma al cielo.
Agarraron mi corazón y lo partieron en pedazos.
Entonces lo alto era mi respiro.
Y sólo quedamos nosotras. Y sin más sostén que nosotras mismas.
Inventamos la palabra “esperanza” y la plasmamos por donde caminábamos.
Con la condición que si a alguna se le cortaba la cuerda, la otra caería.
Y así, sonreímos.
Sonreímos en la claridad.
Aunque en lo oscuro de la noche, las fieras vienen a visitarnos.